Un informe de la patronal catalana de las pequeñas y medianas empresas, PIMEC, dice que 32 de cada cien puestos de trabajo creados en la comunidad gallega entre 2005 y 2008 -unos 10.000 empleos públicos- corresponden al Estado, a la Xunta, los ayuntamientos y las universidades, lo que sitúa a Galicia como la tercera autonomía que más ha engordado las cifras de empleo en sus administraciones.
¿Son muchos funcionarios? Según se mire. Desde la óptica de creación de empleo siempre son pocos. Galicia disminuye el paro por esta vía y ojalá pudiera incrementar el número de empleados públicos para dar acogida a tantos parados y a los jóvenes que cada año buscan trabajo lejos de su tierra.
Pero si se mira desde el presupuesto, los datos no son tan positivos porque con el crecimiento de la oferta pública de empleo en un 8,4%, superior a la mayoría de las comunidades, crece también el gasto público y aumenta el peso desmedido y muchas veces injustificado de empleados públicos, sin que una plantilla de funcionarios sobredimensionada garantice mayor eficiencia en el servicio al ciudadano.
Según ese informe que se apoya en datos oficiales, la administración gallega está un poco excedida, más allá de lo que requiere la carga de trabajo, y no es un ejemplo de plantilla funcionarial ajustada. Pero “cantan más” los excesos en la nómina de altos cargos, asesores y cargos de confianza, aunque jamás lleguemos a conocer su número porque pertenecen a los arcanos que este Gobierno, igual que los anteriores, guarda celosamente.
Es verdad que en este tipo de contrataciones Galicia se parece a casi todas las administraciones. Por poner un ejemplo cercano, la semana pasada el alcalde de Estepota estrenó su mandato cesando nada menos que a 25 cargos de confianza nombrados por su antecesor. Y diez comunidades, muchas de ellas más ricas que Galicia, que seguramente contrataron altos cargos con mucha alegría, ahora congelarán sus sueldos y destinarán esos fondos a la dinamización económica de sus territorios. No resuelven la crisis, pero al menos son dos gestos que podrían ser imitadas desde Galicia.
¿Son muchos funcionarios? Según se mire. Desde la óptica de creación de empleo siempre son pocos. Galicia disminuye el paro por esta vía y ojalá pudiera incrementar el número de empleados públicos para dar acogida a tantos parados y a los jóvenes que cada año buscan trabajo lejos de su tierra.
Pero si se mira desde el presupuesto, los datos no son tan positivos porque con el crecimiento de la oferta pública de empleo en un 8,4%, superior a la mayoría de las comunidades, crece también el gasto público y aumenta el peso desmedido y muchas veces injustificado de empleados públicos, sin que una plantilla de funcionarios sobredimensionada garantice mayor eficiencia en el servicio al ciudadano.
Según ese informe que se apoya en datos oficiales, la administración gallega está un poco excedida, más allá de lo que requiere la carga de trabajo, y no es un ejemplo de plantilla funcionarial ajustada. Pero “cantan más” los excesos en la nómina de altos cargos, asesores y cargos de confianza, aunque jamás lleguemos a conocer su número porque pertenecen a los arcanos que este Gobierno, igual que los anteriores, guarda celosamente.
Es verdad que en este tipo de contrataciones Galicia se parece a casi todas las administraciones. Por poner un ejemplo cercano, la semana pasada el alcalde de Estepota estrenó su mandato cesando nada menos que a 25 cargos de confianza nombrados por su antecesor. Y diez comunidades, muchas de ellas más ricas que Galicia, que seguramente contrataron altos cargos con mucha alegría, ahora congelarán sus sueldos y destinarán esos fondos a la dinamización económica de sus territorios. No resuelven la crisis, pero al menos son dos gestos que podrían ser imitadas desde Galicia.
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