Se contaba por Betanzos el caso de una familia que pasaba por severas dificultades económicas derivadas de la mengua de sus ingresos y un desmedido aumento de los gastos. Tanta penuria obligó al clan a celebrar un “consejo de familia” para buscar una solución y tras ardorosas discusiones acordaron “matar el gato” en la creencia de que ahorrando la comida del felino salvaban la crisis económica familiar.
Es un viejo cuento que ilustra lo que está ocurriendo. En los últimos años acomodamos nuestra vida a una plácida bonanza de crecimiento, nos apuntamos a la orgía del crédito barato y otros gastos que nos endeudaron hasta las orejas y hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades.
De pronto, una crisis financiera venida de lejos lo contagia todo: estalla la burbuja inmobiliaria, se desbocan los precios, se esfuma el superavit de las cuentas públicas, las empresas tienen problemas de financiación, rebrota el paro… En poco tiempo se desmoronó el edificio y ahora tenemos problemas económicos serios, como la familia del cuento.
¿Saldremos adelante? Para algunos lo peor está por venir -la CEG maneja un crecimiento del 0,3% para el segundo semestre- y puede que tengan razón porque cada día aparecen datos peores. Al otro lado está la visión alegre que encabeza el optimismo del presidente del Gobierno (y su entorno) que el domingo aún mantenía que “vamos a crecer en torno a un 2%” y sigue afirmando que el país tiene un plus de resistencia superior a los del entono. Era muy expresivo el titular de Xornal el domingo pasado: “Zapatero celebra sus cien días de gobierno tan contento como siempre”, como si nada pasara.
Negar la realidad da la razón a los que piensan que el Gobierno llegó tarde, está dubitativo en el diagnóstico y las medidas tomadas, admitiendo su capacidad limitada, suenan más a recetas caseras al estilo de “matar el gato” de la familia betanceira que a decisiones de alto calado que devuelvan la confianza a los agentes económicos, como exige la gravedad de la crisis.
Por eso, hoy no debería salir políticamente vivo de la sesión del Congreso si no justifica su optimismo con un análisis sólido, sin paños calientes, y el tratamiento que piensa aplicar a lo que él llama “dificultades” de nuestra economía.
Es un viejo cuento que ilustra lo que está ocurriendo. En los últimos años acomodamos nuestra vida a una plácida bonanza de crecimiento, nos apuntamos a la orgía del crédito barato y otros gastos que nos endeudaron hasta las orejas y hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades.
De pronto, una crisis financiera venida de lejos lo contagia todo: estalla la burbuja inmobiliaria, se desbocan los precios, se esfuma el superavit de las cuentas públicas, las empresas tienen problemas de financiación, rebrota el paro… En poco tiempo se desmoronó el edificio y ahora tenemos problemas económicos serios, como la familia del cuento.
¿Saldremos adelante? Para algunos lo peor está por venir -la CEG maneja un crecimiento del 0,3% para el segundo semestre- y puede que tengan razón porque cada día aparecen datos peores. Al otro lado está la visión alegre que encabeza el optimismo del presidente del Gobierno (y su entorno) que el domingo aún mantenía que “vamos a crecer en torno a un 2%” y sigue afirmando que el país tiene un plus de resistencia superior a los del entono. Era muy expresivo el titular de Xornal el domingo pasado: “Zapatero celebra sus cien días de gobierno tan contento como siempre”, como si nada pasara.
Negar la realidad da la razón a los que piensan que el Gobierno llegó tarde, está dubitativo en el diagnóstico y las medidas tomadas, admitiendo su capacidad limitada, suenan más a recetas caseras al estilo de “matar el gato” de la familia betanceira que a decisiones de alto calado que devuelvan la confianza a los agentes económicos, como exige la gravedad de la crisis.
Por eso, hoy no debería salir políticamente vivo de la sesión del Congreso si no justifica su optimismo con un análisis sólido, sin paños calientes, y el tratamiento que piensa aplicar a lo que él llama “dificultades” de nuestra economía.
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