En medio del incesante goteo de malas noticias económicas, la semana pasada apareció la conselleira de Política Territorial con la buena nueva de que en el mes de mayo estarán rematados los proyectos para la ampliación de la AP-9 a su paso por A Coruña, Santiago, Pontevedra, Vigo y el puente de Rande. Es una sorpresa muy agradable que esa ampliación, que fue una promesa del presidente del Gobierno en la reciente campaña electoral, se concrete con tanta rapidez para mejorar esta arteria que recorre Galicia de norte a sur y crea economía, pero soporta ya una intensidad desmesurada de tráfico que en el entorno de las ciudades alcanza el punto de saturación, perceptible sobre todo en Santiago.
El tercer carril -y el cuarto donde sea posible- será celebrado con un suspiro de alivio por los ciudadanos, que verán desbloqueados muchos de sus desplazamientos, y sobre todo por los empresarios y distribuidores que están o acuden a los polígonos situados en la cercanía de las ciudades y pasan por el suplicio de pagar el plus de penosidad de largas caravanas con la pérdida de tiempo y de capacidades y recursos productivos que representan esas retenciones.
Seguramente la ampliación será realidad aunque en Galicia, que padecemos tantos retrasos, somos algo escépticos y ahora nos asalta una duda razonable: permaneciendo en el Gobierno la ínclita Magdalena Álvarez y conocido su amor por esta tierra, ¿se llevarán a cabo en la autopista esas actuaciones que en gran parte dependen de su Ministerio o se quedarán como la gran promesa de apertura de la larga precampaña electoral, que ya asoma por el horizonte político?
En la sesión de investidura el presidente del Gobierno respondiendo al representante del Bloque volvió a prometer que "los compromisos con las infraestructuras de Galicia son una prioridad absoluta para esta legislatura". ¿Se lo recordarán de vez en cuando nuestros diputados? Mientras, la conselleira debe poner fechas y garantizar plazos para que las obras no se enreden en los despachos perdidas en un mar de papeles y recursos, tan frecuentes en una Administración paralizante.
El tercer carril -y el cuarto donde sea posible- será celebrado con un suspiro de alivio por los ciudadanos, que verán desbloqueados muchos de sus desplazamientos, y sobre todo por los empresarios y distribuidores que están o acuden a los polígonos situados en la cercanía de las ciudades y pasan por el suplicio de pagar el plus de penosidad de largas caravanas con la pérdida de tiempo y de capacidades y recursos productivos que representan esas retenciones.
Seguramente la ampliación será realidad aunque en Galicia, que padecemos tantos retrasos, somos algo escépticos y ahora nos asalta una duda razonable: permaneciendo en el Gobierno la ínclita Magdalena Álvarez y conocido su amor por esta tierra, ¿se llevarán a cabo en la autopista esas actuaciones que en gran parte dependen de su Ministerio o se quedarán como la gran promesa de apertura de la larga precampaña electoral, que ya asoma por el horizonte político?
En la sesión de investidura el presidente del Gobierno respondiendo al representante del Bloque volvió a prometer que "los compromisos con las infraestructuras de Galicia son una prioridad absoluta para esta legislatura". ¿Se lo recordarán de vez en cuando nuestros diputados? Mientras, la conselleira debe poner fechas y garantizar plazos para que las obras no se enreden en los despachos perdidas en un mar de papeles y recursos, tan frecuentes en una Administración paralizante.
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