Algo pasa en EEUU para que se esté produciendo una participación ciudadana tan entusiasta en las primarias nada más iniciada la larga carrera hacia la Casa Blanca.
Unos analistas atribuyen este movimiento político a la emoción de una nueva campaña electoral; otros, al hartazgo del mandatario actual que ha creado un estado de miedo paranoico, y unos terceros adjudican tanta movilización del electorado a la seducción que ejerce sobre esa sociedad atemorizada el precandidato Barack Obama.
"La mejor forma de ganar es no estar preocupados por perder", dice con espontaneidad y frescura mientras vende ilusión, renovación y los aires frescos del cambio, que contrapone a "más de lo mismo" que ofrecen sus rivales, que representan el pasado.
Sus fortalezas son su juventud y ese toque de atrevimiento no exento de ingenuidad en sus propuestas nuevas: "Podemos cerrar Guantánamo, traer a las tropas de Irak y hablar con los amigos y los enemigos". Incluso le fortalece su poca experiencia y vulnerabilidad y soplan a su favor los vientos de la historia y de la sociedad americana que tras ocho años soportando una presidencia errática e histérica quieren una cara nueva con un mensaje ilusionante que cambie la imagen del país.
¿Llegará a la meta? Las primarias son un proceso muy abierto que se clarificará algo el día 5, el supermartes, y profetizar es arriesgado. Presiento que Obama, el joven senador que no es negro para los negros ni blanco para los blancos, lo va a tener difícil. En EEUU, dice Gabriel Sala, el acceso al primer puesto de responsabilidad del país poco tiene que ver con las ideas o programas y sí con otros factores, sobre todo económicos. Un negro con revolucionarias propuestas de cambio es una amenaza para el establishment en una sociedad de tantos intereses creados.
Pero el resultado será lo que quieran los americanos que tienen la posibilidad de elegir entre los candidatos. Sana envidia, porque aquí, después de la subasta de promesas que están montando sólo podremos votar a candidatos impuestos por la dirección de los partidos. En lotes y al peso, como las toallas en Valença.
Unos analistas atribuyen este movimiento político a la emoción de una nueva campaña electoral; otros, al hartazgo del mandatario actual que ha creado un estado de miedo paranoico, y unos terceros adjudican tanta movilización del electorado a la seducción que ejerce sobre esa sociedad atemorizada el precandidato Barack Obama.
"La mejor forma de ganar es no estar preocupados por perder", dice con espontaneidad y frescura mientras vende ilusión, renovación y los aires frescos del cambio, que contrapone a "más de lo mismo" que ofrecen sus rivales, que representan el pasado.
Sus fortalezas son su juventud y ese toque de atrevimiento no exento de ingenuidad en sus propuestas nuevas: "Podemos cerrar Guantánamo, traer a las tropas de Irak y hablar con los amigos y los enemigos". Incluso le fortalece su poca experiencia y vulnerabilidad y soplan a su favor los vientos de la historia y de la sociedad americana que tras ocho años soportando una presidencia errática e histérica quieren una cara nueva con un mensaje ilusionante que cambie la imagen del país.
¿Llegará a la meta? Las primarias son un proceso muy abierto que se clarificará algo el día 5, el supermartes, y profetizar es arriesgado. Presiento que Obama, el joven senador que no es negro para los negros ni blanco para los blancos, lo va a tener difícil. En EEUU, dice Gabriel Sala, el acceso al primer puesto de responsabilidad del país poco tiene que ver con las ideas o programas y sí con otros factores, sobre todo económicos. Un negro con revolucionarias propuestas de cambio es una amenaza para el establishment en una sociedad de tantos intereses creados.
Pero el resultado será lo que quieran los americanos que tienen la posibilidad de elegir entre los candidatos. Sana envidia, porque aquí, después de la subasta de promesas que están montando sólo podremos votar a candidatos impuestos por la dirección de los partidos. En lotes y al peso, como las toallas en Valença.