Publicó el BOE la relación de universitarios distinguidos con el premio fin de carrera en el curso 2005-2006. De ellos, 32 estudiaron en el Sistema Universitario Gallego, cifra que supera la media que correspondería a Galicia entre las 17 autonomías, lo que prueba que la enseñanza en nuestras universidades está a la altura de las doctas instituciones de otras comunidades.
Satisface saber que en los premiados, y en muchos otros universitarios, tenemos a un numeroso grupo de jóvenes talentos, estudiosos e intelectualmente inquietos. A veces las noticias negativas sobre los desmanes de un sector minoritario de la juventud que estudia poco, carece de espíritu crítico o se divierte en el botellón no nos dejan ver a ese otro sector mayoritario que aprovecha su paso por la universidad, y en su estancia en las aulas sabe conjugar la constancia en el estudio con la adecuada dosis de diversión liberadora de energías.
Tienen mucho mérito estos jóvenes premiados. Porque la sociedad y el propio sistema no son un ejemplo generador de motivación y estímulo a los buenos alumnos para que se sobrepongan a la mediocridad reinante y a la cultura de la poca exigencia. Con la perseverancia en el estudio más allá del día anterior al examen han obtenido un expediente brillante que ahora reconoce el Ministerio de Educación.
Hasta aquí las alegrías. Porque las penas llegan con la certeza de que gran parte de estos jóvenes premiados y muchos otros titulados con brillantes expedientes, que han cumplido con la sociedad, tendrán que emigrar de esta Galicia que es como un "campo laboral limitado", incapaz de acoger a sus jóvenes talentos en el mercado de trabajo. Ellos presumen con razón de expediente, pero lamentan su poco peso para acceder al empleo. Perdemos muchas cabezas y bien equipadas. Y perdemos los recursos que el sistema educativo destinó a su formación, que no revierten en la sociedad gallega porque se van con su caudal de conocimientos a producir en otras economías. Al menos, esta emigración debería contar como la aportación gallega a la cuota de solidaridad interregional.
Satisface saber que en los premiados, y en muchos otros universitarios, tenemos a un numeroso grupo de jóvenes talentos, estudiosos e intelectualmente inquietos. A veces las noticias negativas sobre los desmanes de un sector minoritario de la juventud que estudia poco, carece de espíritu crítico o se divierte en el botellón no nos dejan ver a ese otro sector mayoritario que aprovecha su paso por la universidad, y en su estancia en las aulas sabe conjugar la constancia en el estudio con la adecuada dosis de diversión liberadora de energías.
Tienen mucho mérito estos jóvenes premiados. Porque la sociedad y el propio sistema no son un ejemplo generador de motivación y estímulo a los buenos alumnos para que se sobrepongan a la mediocridad reinante y a la cultura de la poca exigencia. Con la perseverancia en el estudio más allá del día anterior al examen han obtenido un expediente brillante que ahora reconoce el Ministerio de Educación.
Hasta aquí las alegrías. Porque las penas llegan con la certeza de que gran parte de estos jóvenes premiados y muchos otros titulados con brillantes expedientes, que han cumplido con la sociedad, tendrán que emigrar de esta Galicia que es como un "campo laboral limitado", incapaz de acoger a sus jóvenes talentos en el mercado de trabajo. Ellos presumen con razón de expediente, pero lamentan su poco peso para acceder al empleo. Perdemos muchas cabezas y bien equipadas. Y perdemos los recursos que el sistema educativo destinó a su formación, que no revierten en la sociedad gallega porque se van con su caudal de conocimientos a producir en otras economías. Al menos, esta emigración debería contar como la aportación gallega a la cuota de solidaridad interregional.
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