Allá por los 60, cuando la Iglesia buscaba su aggiornamento con reformas litúrgicas y adaptaciones doctrinales, el médico y humorista Antonio Tomé, Atomé, publicaba una viñeta en un periódico regional en la que aparecía un grupo de mujeres saliendo de la iglesia y una de ellas decía a sus compañeras de rezos: "Ai!, miñas filliñas, é tal a carestía da vida que agora solo se pode ganar unha indulxencia".
Pues parafraseando a Atomé, es tal la desbocada subida de los precios que quienes van a diario a la compra constatan que llevan a casa "menos carro" por el mismo dinero. Dicen los que siguen el día a día de las plazas de abastos que la misma compra cuesta 200 euros más al mes que hace un año. Hasta los combustibles son más caros en Galicia y ya verán lo que nos espera desde el 1 de enero.
El alza desmedida de los precios se ceba con especial virulencia en los productos de primera necesidad y afecta a todos, pero castiga sobre todo a las rentas más bajas. Y ya se sabe que en Galicia se perciben las pensiones y los salarios más bajos de España.
Los expertos analizan este fenómeno complejo y presagian tiempos peores: desaceleración de la actividad económica, pérdida de la competitividad, caída del consumo, más paro... Un horizonte cargado de incertidumbre, con amenazas de recesión impensables en esta sociedad globalizada, relajada hasta la crisis de las hipotecas.
¿Otras consecuencias? Según el INE, el 23 % de la población gallega anda por debajo del umbral de la pobreza, un tercio dice no tener capacidad de afrontar imprevistos y aumenta el número de familias que llegan a fin de mes con muchas dificultades.
Es lo que hay en vísperas de Navidad. Doctores tienen los gobiernos que sabrán reconducir la situación y, aunque no hay recetas mágicas, parece claro que la cesta de la compra no se encarece porque "aún no hemos interiorizado el euro", y el remedio tampoco vendrá con "más mercado", como sostienen algunos economistas. Menos mal que por aquí aún quedan aldeas, que vienen siendo la despensa generosa de numerosos hogares urbanos.
Pues parafraseando a Atomé, es tal la desbocada subida de los precios que quienes van a diario a la compra constatan que llevan a casa "menos carro" por el mismo dinero. Dicen los que siguen el día a día de las plazas de abastos que la misma compra cuesta 200 euros más al mes que hace un año. Hasta los combustibles son más caros en Galicia y ya verán lo que nos espera desde el 1 de enero.
El alza desmedida de los precios se ceba con especial virulencia en los productos de primera necesidad y afecta a todos, pero castiga sobre todo a las rentas más bajas. Y ya se sabe que en Galicia se perciben las pensiones y los salarios más bajos de España.
Los expertos analizan este fenómeno complejo y presagian tiempos peores: desaceleración de la actividad económica, pérdida de la competitividad, caída del consumo, más paro... Un horizonte cargado de incertidumbre, con amenazas de recesión impensables en esta sociedad globalizada, relajada hasta la crisis de las hipotecas.
¿Otras consecuencias? Según el INE, el 23 % de la población gallega anda por debajo del umbral de la pobreza, un tercio dice no tener capacidad de afrontar imprevistos y aumenta el número de familias que llegan a fin de mes con muchas dificultades.
Es lo que hay en vísperas de Navidad. Doctores tienen los gobiernos que sabrán reconducir la situación y, aunque no hay recetas mágicas, parece claro que la cesta de la compra no se encarece porque "aún no hemos interiorizado el euro", y el remedio tampoco vendrá con "más mercado", como sostienen algunos economistas. Menos mal que por aquí aún quedan aldeas, que vienen siendo la despensa generosa de numerosos hogares urbanos.
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