Yo no sé si están saldadas todas las cuentas del Prestige, pero cinco años después, más importante que buscar culpabilidades, que las hubo, es sentirnos orgullosos de las gentes del mar y de los miles de voluntarios que han limpiado el chapapote de los arenales; de la naturaleza que ha echado el resto en toda la costa, que reluce de nuevo, y parece que también de la Administración que indemnizó a los afectados.
La cuestión ahora es saber si estamos más preparados, con más medios técnicos y mejores políticos, ante una nueva catástrofe que puede ocurrir si algo tan natural como una tempestad coincide en el tiempo con chatarra flotante navegando sin controles internacionales frente a nuestra costa. La duda es razonable.
La segunda cuestión es saldar la deuda contraída con A Costa da Morte, una comarca que tradicionalmente estuvo abandonada y sola, con sus temporales y sus naufragios. En los últimos años quedó al margen del eje atlántico del desarrollo y ahora se está desangrando: pierde población, sigue padeciendo la emigración y más de un tercio de su población activa está ocupada en sectores en recesión -construcción, pesca, textil- con la amenaza de perder sus empleos.
Con este panorama, Muxía, la capital de esta "costa esquecida" acogió el Consello de la Xunta que en el aniversario del Prestige confirmó el Plan para revitalizar la comarca. Una gran arteria de comunicación, el parador, actuaciones portuarias, suelo industrial y captación de proyectos empresariales y empleo son algunas acciones para convertir esta zona aislada en "puerta de Europa". Solo faltó un poco de concreción sobre el Plan Acuícola que un grupo de manifestantes, probablemente desde el empleo fijo y el salario asegurado, rechazan espantando a empresas que podrían reportar trabajo para la comarca.
Es vital que el Plan da Costa da Morte, ya presentado en 2006, alcance el objetivo de dinamizarla. Porque si no es así, la vía de alta capacidad, la actuación estrella, más que para vertebrarla sólo va a servir para que los marineros y emigrantes lleguen antes a sus casas cuando vuelvan de vacaciones.
La cuestión ahora es saber si estamos más preparados, con más medios técnicos y mejores políticos, ante una nueva catástrofe que puede ocurrir si algo tan natural como una tempestad coincide en el tiempo con chatarra flotante navegando sin controles internacionales frente a nuestra costa. La duda es razonable.
La segunda cuestión es saldar la deuda contraída con A Costa da Morte, una comarca que tradicionalmente estuvo abandonada y sola, con sus temporales y sus naufragios. En los últimos años quedó al margen del eje atlántico del desarrollo y ahora se está desangrando: pierde población, sigue padeciendo la emigración y más de un tercio de su población activa está ocupada en sectores en recesión -construcción, pesca, textil- con la amenaza de perder sus empleos.
Con este panorama, Muxía, la capital de esta "costa esquecida" acogió el Consello de la Xunta que en el aniversario del Prestige confirmó el Plan para revitalizar la comarca. Una gran arteria de comunicación, el parador, actuaciones portuarias, suelo industrial y captación de proyectos empresariales y empleo son algunas acciones para convertir esta zona aislada en "puerta de Europa". Solo faltó un poco de concreción sobre el Plan Acuícola que un grupo de manifestantes, probablemente desde el empleo fijo y el salario asegurado, rechazan espantando a empresas que podrían reportar trabajo para la comarca.
Es vital que el Plan da Costa da Morte, ya presentado en 2006, alcance el objetivo de dinamizarla. Porque si no es así, la vía de alta capacidad, la actuación estrella, más que para vertebrarla sólo va a servir para que los marineros y emigrantes lleguen antes a sus casas cuando vuelvan de vacaciones.
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