Dentro de la larga lista de conmemoraciones parece que mañana toca el Día Contra el Trabajo Infantil, para recordar el trabajo -y otros abusos- a que están sometidos millones de niños que en unos casos son explotados por patronos sin escrúpulos para obtener pingües beneficios y en otros se ven obligados a trabajar en duros oficios para asegurar su subsistencia y la de sus familiares.
Tal día como hoy del año pasado, la Organización Internacional del Trabajo señalaba que plantaciones agrícolas de todo el mundo, el servicio doméstico, talleres mecánicos y textiles, minas o fábricas de ladrillos, la venta ambulante, la prostitución y las guerras se nutren de la mano de obra de millones de niños y niñas. Solo en la región de Asia-Pacífico unos 122 millones de entre los 5 y 14 años trabajan en la agricultura, la ganadería, la industria o la pesca.
Pero no miremos solo al lejano Oriente. Según el informe de la OIT, la tercera parte de los niños que trabajan en minas y canteras viven en América Latina y en algunos países de la Europa desarrollada también hay niños que forman parte de la fuerza laboral. Si sumamos los millones que mueren de hambre o la trata de niños en adopciones ilegales, tráfico de órganos o su venta como esclavos, el panorama es desolador.
¿Y en España? Se conocen pocos casos de trabajo infantil, pero Save the Children apuntaba que nuestro país es exportador de turistas sexuales hacia países del Tercer Mundo y productor de pornografía para su uso en Internet. La semana pasada aún fueron detenidas unas decenas de indeseables acomodados en operaciones contra la pederastia y la pornografía infantil.
¿Sirve para algo un Día Contra la Explotación Infantil? Nadie tiene puestas grandes esperanzas en este tipo de celebraciones. Pero las cifras y estadísticas nos recordarán de nuevo que existe esta lacra del trabajo infantil -y otras formas de explotación-, que es la antítesis del trabajo decente y una flagrante violación de sus derechos, entre ellos el más elemental que es "el derecho a ser niño" y disfrutar de su edad biológica. Un balance con escasos resultados.
Tal día como hoy del año pasado, la Organización Internacional del Trabajo señalaba que plantaciones agrícolas de todo el mundo, el servicio doméstico, talleres mecánicos y textiles, minas o fábricas de ladrillos, la venta ambulante, la prostitución y las guerras se nutren de la mano de obra de millones de niños y niñas. Solo en la región de Asia-Pacífico unos 122 millones de entre los 5 y 14 años trabajan en la agricultura, la ganadería, la industria o la pesca.
Pero no miremos solo al lejano Oriente. Según el informe de la OIT, la tercera parte de los niños que trabajan en minas y canteras viven en América Latina y en algunos países de la Europa desarrollada también hay niños que forman parte de la fuerza laboral. Si sumamos los millones que mueren de hambre o la trata de niños en adopciones ilegales, tráfico de órganos o su venta como esclavos, el panorama es desolador.
¿Y en España? Se conocen pocos casos de trabajo infantil, pero Save the Children apuntaba que nuestro país es exportador de turistas sexuales hacia países del Tercer Mundo y productor de pornografía para su uso en Internet. La semana pasada aún fueron detenidas unas decenas de indeseables acomodados en operaciones contra la pederastia y la pornografía infantil.
¿Sirve para algo un Día Contra la Explotación Infantil? Nadie tiene puestas grandes esperanzas en este tipo de celebraciones. Pero las cifras y estadísticas nos recordarán de nuevo que existe esta lacra del trabajo infantil -y otras formas de explotación-, que es la antítesis del trabajo decente y una flagrante violación de sus derechos, entre ellos el más elemental que es "el derecho a ser niño" y disfrutar de su edad biológica. Un balance con escasos resultados.
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