Tomo prestado el título de esta columna de una canción de Manuel de la Calva, que en la década de los ochenta invitaba a resistir "como el junco que se dobla pero sigue erguido cuando se cierren las salidas, cuando cueste mantenerse en pie".
Tres décadas antes de que el Dúo Dinámico pregonara por los escenarios de España su rebelión contra la resignación cuando vienen mal dadas, don Pedro da Ponte, un labrador modesto que vivía en una aldea de la Galicia profunda, cada año por el mes de abril iba a sus leiras y cuando veía las cosechas arruinadas por los fenómenos atmosféricos miraba al infinito y exclamaba: ¡Quen resistirá despois do mes de agosto coas huchas baldeiras!
Eran tiempos de crisis económica permanente por la conjunción del aislamiento de la posguerra y de una atmósfera caprichosa y desconcertante que unos años cursaba con intensas lluvias, otros con pertinaz sequía y casi siempre con noches de heladas que arrebataban las cosechas de unas familias condenadas a la economía de susbsistencia.
Han pasado muchos años y esta Galicia es menos profunda pero la crisis, ahora globalizada, acecha de nuevo en las finanzas, la construcción, los alimentos o la energía y los nietos de aquellos labradores de la posguerra también se preguntan cuánto tiempo aguantarán la desaceleración o el ajuste de la nueva realidad.
Desde agosto pasado siempre es abril para los ciudadanos. Las cosechas que ahora vienen mal dadas son los precios de la energía, de los alimentos y de las hipotecas; la inseguridad, la precariedad y la permanente amenaza del paro, que son el equivalente a las heladas de las noches tenebrosas de los abriles de posguerra que asolaban los sembrados de Pedro da Ponte.
Resistiré, aquella canción de Manolo y Ramón, fue la bandera para muchas personas en situaciones difíciles y puede que sea el único remedio para sobrevivir a tanta incertidumbre e inestabilidad. Porque los gobernantes, que reconocen tarde la gravedad de la situación, parecen poco capaces para conducir la nave del país entre tantas dificultades y problemas. Ya lo decía Camilo José Cela: el que resiste gana.
Tres décadas antes de que el Dúo Dinámico pregonara por los escenarios de España su rebelión contra la resignación cuando vienen mal dadas, don Pedro da Ponte, un labrador modesto que vivía en una aldea de la Galicia profunda, cada año por el mes de abril iba a sus leiras y cuando veía las cosechas arruinadas por los fenómenos atmosféricos miraba al infinito y exclamaba: ¡Quen resistirá despois do mes de agosto coas huchas baldeiras!
Eran tiempos de crisis económica permanente por la conjunción del aislamiento de la posguerra y de una atmósfera caprichosa y desconcertante que unos años cursaba con intensas lluvias, otros con pertinaz sequía y casi siempre con noches de heladas que arrebataban las cosechas de unas familias condenadas a la economía de susbsistencia.
Han pasado muchos años y esta Galicia es menos profunda pero la crisis, ahora globalizada, acecha de nuevo en las finanzas, la construcción, los alimentos o la energía y los nietos de aquellos labradores de la posguerra también se preguntan cuánto tiempo aguantarán la desaceleración o el ajuste de la nueva realidad.
Desde agosto pasado siempre es abril para los ciudadanos. Las cosechas que ahora vienen mal dadas son los precios de la energía, de los alimentos y de las hipotecas; la inseguridad, la precariedad y la permanente amenaza del paro, que son el equivalente a las heladas de las noches tenebrosas de los abriles de posguerra que asolaban los sembrados de Pedro da Ponte.
Resistiré, aquella canción de Manolo y Ramón, fue la bandera para muchas personas en situaciones difíciles y puede que sea el único remedio para sobrevivir a tanta incertidumbre e inestabilidad. Porque los gobernantes, que reconocen tarde la gravedad de la situación, parecen poco capaces para conducir la nave del país entre tantas dificultades y problemas. Ya lo decía Camilo José Cela: el que resiste gana.